Vivancos: el revolucionario apacible



por José Álvarez 
Vivancos a finales de los años 60

La Sala CajaSur-Gran Capitán acoge desde principios de este mes la exposición de pinturas de Miguel García Vivancos, realizada por la Obra Social y Cultural CajaSur aportando fondos propios de la entidad, una colección de óleos sobre lienzo fechados entre 1963 y 1971, donde Vivancos despliega su habitual repertorio temático: paisajes campestres, fiestas, vistas de pueblos, interiores y bodegones llenos de color y detallismo, una visión personal melancólica y tranquila que situó al pintor como uno de los más importantes pintores naif de la segunda mitad del pasado siglo. 


Lo cierto es que la azarosa vida de Miguel García Vivancos, hoy considerado el más internacional de los pintores naifs españoles, distó mucho de tener relación alguna con las artes plásticas en más de la mitad de su discurrir, y no fue hasta que Vivancos cumplió 50 años, cuando el antiguo revolucionario y luego disciplinado militar al servicio de la República tomase telas y pinceles con un propósito claro de subsistencia en plena posguerra mundial; pero, con tanta fortuna, que llevó a Picasso a decir de sus obras que “obliga al que las contempla a amar su pintura". 


Miguel García Vivancos nació en Mazarrón, en la provincia de Murcia, el 19 de abril de 1895, aunque pronto marchó con la familia a Barcelona, donde comenzó a trabajar y a militar en el anarcosindicalismo desde fechas tempranas. Su carrera como hombre de acción de la C. N. T. está ligada a los momentos más duros del sindicalismo español. Los hombres de acción eran la respuesta armada al terrorismo blanco ejercido por la patronal a través de pistoleros a sueldo para combatir al movimiento obrero. Desde la C. N. T. se forma el grupo “Los Solidarios”, del que formaron parte inicialmente, y además de diversos colaboradores directos y personas de confianza, Eusebio Brau y Alfonso Miguel, catalanes; Rafael Torres Escarpín y Francisco Ascaso, aragoneses; Aurelio Fernández, asturiano; Gregorio Suberviela, castellano; Buenaventura Durruti, Antonio El Toto y Manuel Campos Torinto, leoneses; Bargutia, vasco, y los levantinos Ricardo Sanz y Miguel García Vivancos. 
De i a d: García Vivancos, García Oliver, Louis Lecoin, Pierre Odéon, Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti (Poble Espanyol. Montjuïc. Barcelona, mayo de 1931) 
“Los Solidarios” comienzan entonces a buscar fondos para la causa de todas las maneras posibles, incluidos atracos a bancos e instituciones y extorsiones a empresarios. Este modo de financiación procuró al grupo dinero en metálico con el que armarse y establecer una sólida infraestructura.

La actividad de “Los Solidarios” no se limitaba a las actuaciones armadas. Editan revistas y periódicos como Crisol, de distribución gratuita entre los militantes anarquistas, financian la Librería Internacional de París -más un centro de apoyo a refugiados anarquistas que librería-, costean escuelas gratuitas, ayudan a trabajadores en huelga y a los familiares de los sindicalistas asesinados… La osadía del grupo era enorme: en octubre de 1923 se las ingeniaron para comprar 1.000 rifles y 200.000 cartuchos de la marca Gárate y Anitua, en Eibar, los cuales trasladaron y almacenaron en Barcelona, esperando usarlos en un gran levantamiento armado que, al fracasar, supuso la devolución al fabricante, quien las aceptó como “mercancía devuelta” . Esto da idea de la gran eficacia organizativa del grupo.

A la vez, van cayendo bajo las balas los objetivos anarquistas: el cardenal Soldevila, en Zaragoza, el ex gobernador de Bilbao, González Regueral, en León, Ramón Laguía, jefe de los pistoleros del Libre, en Manresa, y otras personas que se habían significado activamente en la represión contra el movimiento obrero . Por parte de “Los Solidarios”, el primero en caer será Eusebio Brau, muerto por disparos de la Guardia Civil en septiembre de 1923, dos días después del atraco al Banco de España en Gijón, al ser descubierto el grupo en Oviedo. García Vivancos marcha entonces con Durruti a París para atentar contra el pretendiente carlista don Jaime, al que no logran localizar, por lo que regresan a Barcelona. Torres Escarpín, Ascaso y Fernández buscan en San Sebastián a Martínez Anido infructuosamente, ya que este se hallaba a resguardo en La Coruña temiendo las represalias anarquistas antes de ser nombrado Alto Comisario de Marruecos. Aún así, le siguen hasta allí, sin lograr encontrarlo, al parecer descubiertos por uno de sus escoltas. Las detenciones, los enfrentamientos con la policía son continuos. También son abatidos por la policía secreta Suberviela y Campos, en 1924 , y Ascaso es detenido acusado del asesinato de Soldevila. Con la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera, la represión contra los anarquistas aumenta. El nuevo régimen decreta la ilegalización de la C. N. T., la clausura de sus locales y la prohibición de sus periódicos, como Solidaridad Obrera, el de mayor circulación, y se ordena fichar a todos los militantes anarquistas. García Vivancos es detenido y condenado a tres meses de cárcel por desórdenes públicos. Tras ser puesto en libertad se exilia a Francia con otros compañeros de “Los Solidarios”, donde prosiguen sus actividades contra la Dictadura. 

Mandos del XII Cuerpo de Ejército con el comandante de la 25º División García Vivancos (al centro) durante la toma de Belchite (06-09-1937)

A inicios de 1925 el grupo decide marchar a América con la idea de potenciar el movimiento obrero y desencadenar la revolución en el continente americano. Recalan en Cuba, México, Perú y Chile, comprobando que la clase obrera, pese a la opresión soportada y a la general miseria, carece totalmente de conciencia revolucionaria, resultando imposible encontrar apoyo alguno a su causa. En Chile, una parte de “Los Solidarios”, entre ellos García Vivancos, abandona el grupo para volver a Francia, embarcando en Valparaíso.


Sus actividades clandestinas prosiguen y a la llegada de la II República está envuelto en las sublevaciones de la F. A. I. y en la oposición a las líneas moderadas anarcosindicalistas, pero en febrero de 1936 actúa de mediador entre anarquistas y frentepopulistas para aunar las fuerzas de ambos bloques con vistas a las elecciones. En julio de 1936, tras luchar en las calles y frenar la sublevación facciosa en Barcelona, García Vivancos forma junto a Jover y García Oliver la columna “Los Aguiluchos”, con la que parten al frente la última semana de agosto. A partir de entonces García Vivancos se alinea como defensor de la República, anteponiendo la disciplina a la actitud revolucionaria, consciente de la necesidad de dotar a las milicias de un orden que supusiera una mayor efectividad en el combate.


Durante la guerra, García Vivancos está presente en diversos episodios como la Batalla de Teruel, donde cae herido. Será ascendido a teniente coronel, ostentando el mando de las divisiones 24º y 25º. El último tramo de la guerra lo pasará como jefe de la zona fronteriza de Puigcerdá, donde organiza la evacuación de cerca de 100.000 personas, cuidando de que no se produzcan desmanes durante la retirada de las tropas. Al fin pasa la frontera el 13 de febrero de 1939. 


El destino de García Vivancos es el mismo que el de aproximadamente la mitad del más de medio millón de españoles que pasaron los Pirineos huyendo de la represión de las tropas franquistas: los campos de concentración franceses, un nombre que, en muchos casos, se da a una simple playa rodeada de alambradas. Pasa en los campos de concentración cuatro años, hasta que es liberado por la Resistencia, a la que se une, luchando contra los nazis hasta la liberación de Francia en 1944. 

Vivancos vistiendo el uniforme de teniente coronel del Ejército de la República Española

La posguerra en Francia es de gran dureza, y más para un exiliado español. García Vivancos y su compañera Pilar subsisten desempeñando diversos trabajos, los que se ofrecen. A través de un conocido entra a trabajar con un emigrado ruso propietario de un pequeño negocio artesanal de venta de pañuelos y chales de seda pintados a mano. Vivancos comienza entonces a pintar por vez primera y, poco a poco, va aprendiendo la técnica y el secreto de los colores, de una forma práctica. Mediante tesón y esfuerzo, Vivancos consigue adquirir los conocimientos necesarios para pintar, produciéndose una verdadera revelación en el ánimo del antiguo revolucionario. El descubrimiento de la creación pictórica supone un deseo para Vivancos de dedicar su esfuerzo a la pintura. Se siente un hombre nuevo y sabe que en esta capacidad artística que ha descubierto se encuentra su futuro. 


Deseoso de conocer alguna opinión autorizada sobre su pintura, decide ir a ver a Picasso a París y mostrarle al maestro sus obras. Picasso se convertirá desde ese momento en su gran valedor. Su apoyo no se limita a unas palabras afectuosas, sino que llama a Marie Cuttoli, marchante, quien introduce a Vivancos en los círculos coleccionistas, que comienzan a comprar su obra. Con el paso de los años, personajes populares como Pablo Neruda, los Rothschild, Dora Maar, Anthony Quinn, Greta Garbo, Helena Rubinstein, Kirk Douglas o François Mitterrand junto a otros muchos reputados coleccionistas adquirirán lienzos de Vivancos, quien vive en los 50 y 60 una exitosa carrera. 
Tulipes, 1968

Nostálgico de su patria, y conocedor de su delicado estado de salud, solicita permiso oficial para regresar a España, que se le concede en 1970, retornando al fin en noviembre de 1971. 


Vivancos elige Córdoba para establecerse. En París un amigo, exiliado como él, le había recomendado la ciudad andaluza, en la que vivía su hermano, como la más indicada para su salud por su clima seco. Vivancos llega con Pilar y sus hijas, Elena y Sara, radicándose en el barrio de Ciudad Jardín. Pronto toma contacto con intelectuales y coleccionistas, como Castilla del Pino y Leandro Jimena, así como con artistas, y su casa es frecuentemente visitada, lo que preocupa a sus nuevos amigos, dada la antigua significación política de Vivancos, que se comporta con sencillez y una cierta ingenuidad, teniendo en cuenta que la dictadura aún duraría cuatro años más. Todavía son objeto de una discreta vigilancia, pues en ambientes policiales la familia es señalada como “miembros del anarquismo internacional”, e incluso sufrirán las molestias de llamadas anónimas. Vivancos, muy quebrantado de salud, aunque con buen aspecto y un admirable porte a sus 77 años, a los dos meses de su llegada es ingresado en el Hospital Provincial, donde fallece el 23 de enero de 1972. 
L'eglise de Tosse (Landes), 1967

Martigues, 1966

En octubre de ese mismo año, la galería Studio 52, propiedad del fotógrafo José Jiménez Poyato, quien la dirigía junto al crítico Francisco Zueras, organiza la primera exposición póstuma del pintor. Ya en el mes de abril, Sara Vivancos, quien había comenzado su carrera artística, expone en la Sala Céspedes del Círculo de la Amistad. La familia decide entonces intentar la aventura como galeristas e inaugura la Galería Vivancos en la calle Doce de Octubre. La existencia de la galería es corta, aunque da tiempo a acoger una interesante programación que incluirá a nombres como Juan Molina, Ginés Liébana, Gerardo Delgado o José Ramón Sierra, así como una doble exposición de arte joven cordobés entre los que se incluyen artistas como José María Báez, José María García–Parody, Rafael Cabrera y la propia Sara Vivancos. En junio de 1975, la galería acoge la antológica dedicada a Miguel García Vivancos. Tras un total de 11 exposiciones, la galería cerrará sus puertas, marchando entonces la familia a vivir a Italia. 
Artículo del periodista cordobés Eladio Osuna en el Correo de Andalucía dando cuenta de la exposición póstuma de Vivancos en Studio 52

Córdoba acogerá aún dos exposiciones más del pintor. En 1989 la titulada Vivancos, que también visitaría las ciudades de Jaén y Murcia. En 1995 son las salas de la Caja Provincial de Ahorros las que acogen la muestraCentenario de Vivancos
La actual exposición Vivancos, que se lleva a cabo en la Sala CajaSur-Gran Capitán, muestra la colección de lienzos del pintor perteneciente a los fondos pictóricos de CajaSur. La exposición, realizada con la colaboración de la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, realizará posteriormente una itinerancia por diversos pueblos de la provincia cordobesa. 

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