El anarquista del Liceo de
Barcelona
Dentro de las corrientes del movimiento
obrero español, una de las más importantes es el anarquismo. Su inicio se
debió a la llegada a fines de de 1868 a España de José Fanelli, amigo de
Bakunin, , para crear una sección de la I Internacional, y la correspondiente
fracción de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, creada por
Bakunin, con sede en Ginebra y que pronto rompería con la Internacional
marxista.
El anarquismo español había ensayado en
los años 1870 y 1880 las huelgas, las insurrecciones, como medios de alcanzar
una sociedad sin clases, con un fracaso estrepitoso. En los años 90 empezó la
propaganda por el hecho, el terrorismo, la bomba y el atentado. Son ejemplos
la bombas arrojadas por Pallás al general Martínez Campos en septiembre de
1892, por Santiago Salvador en el Liceo de Barcelona el 7 de noviembre de
1893, el asesinato de Cánovas por parte de Angiolillo, etc.
El artículo, hecha esta breve
introducción, tratará sobre la personalidad de Santiago Salvador, nacido en
1865 en Castelserás, asi como algunas circunstancias que rodearon su captura
por parte de la policía.(1)
En 1894 la familia, de opiniones
carlistas, de Santiago Salvador estaba en una situación nada desahogada,
aunque su padre Vicente Salvador gozaba en un principio de cierto bienestar,
pero se arruinó por la poca afición al trabajo, después empezó a aterrorizar
y a exigir cantidades a los vecinos pudientes de Castelserás. Finalmente se
convirtió en un criminal, y hacía dos años y medio, en un pueblo de Cataluña,
la Guardia Civil le mató, al intentar fugarse de una cuerda de presos.
Los antecedentes familiares de Santiago
Salvador pésimos no acaban aquí. Un hermano de su padre apareció ahorcado en
un olivo; en la mañana del día de su suicidio habíase confesado
cristianamente. Un hermano de su abuelo, sacerdote virtuoso, adquirió la
extraña manía de no rebasar la edad en que murió Jesucristo,y, llegado a los
33 años, satisfizo su deseo de la manera más sencilla posible; encerróse en
su cuarto y se pegó un tiro.
También era de su familia un conocido
abogado D. Antonio Salvador Valero, tío carnal, célebre en la guerra civil
del Bajo Aragón.
En los primeros años Santiago Salvador,
recibió una correcta educación cristiana, gracias a su madre virtuosa. Pronto
comenzó a observar los malos tratos de su padre para con su madre, lo que le
llevó a intentar matarlo con un revolver a los trece años.
Se marchó del pueblo, dirigiéndose a
Barcelona. Allí empezó a conocer las entonces flamantes doctrinas
anarquistas, buscándose la vida por distintos medios nada honrosos. En el
verano de 1893 estuvo por el Bajo Aragón, diciendo que venía de Barcelona
huyendo porque había matado a un cabo de resguardo. No sintiéndose seguro en
Castelserás, salióse a una masía situada en el pinar de la Manglanera y con
un vecino de Calanda, de antecedentes nada favorables, cometieron todo tipo
de atracos. Tras una batida fueron capturados, acusándolos de un robo en
Castellote, por lo que fue preso. Después estuvo en Valencia, donde sufrió
muchas penalidades.
A los tres días de la ejecución de
Pallás, se fue a Barcelona y con dos individuos, naturales de Castelserás,
parece que estaban entre los anarquistas perseguidos por la policía, donde
intentó robar el cuerpo de Pallás.
Así llegamos al 7 de noviembre de 1893,
fecha en la que arrojó la bomba en el Liceo de Barcelona. Según contó el
mismo Santiago Salvador entró en el Liceo por la puerta que da a la calle de
San Pablo. Llevaba las dos bombas en la faja, bajo la blusa, y para disimular
más, se echó encima el tapabocas extendido, aprovechando la circunstancia de
estar lloviendo copiosamente. Subió al cuarto o quinto piso, quedándose en el
pasillo sin llegar a la galería. Al entrar estaba en escena la tiple, muy
hermosa mujer, durante la representación deGuillermo Tell. El público
estaba embebido, según el relato de Santiago Salvador, el entusiasmo era
enorme, los aplausos llenaban el teatro. El momento le pareció favorable.
Avanzó un brazo y después otro y las dos bombas Orsini cayeron al patio. Una
extrañamente no explotó. Las consecuencias fueron trágicas, al morir 22
personas y producirse 35 heridos.
Cometido el crimen, fue a Castelserás
por Tortosa y Gandesa. No se recató a la hora de contar el delito en la casa
que se hospedaba, todo lo contrario. No sintiéndose seguro, se marchó hacia
Zaragoza y en Híjar preguntó a un conocido por un amigo suyo de Zaragoza. A
todo esto las autoridades le seguían la pista.
El día 26 recibió el gobernador de
Zaragoza un telegrama del de Barcelona interesándole la captura de Santiago
Salgado, natural de Castelserás. El inspector Sr. Magallón, que es de aquel
pueblo,
comprendió que el Salgado debía ser Salvador, y escribió a su hermano
residente en Castelserás. Por la contestación supo que Salvador estaba en
Zaragoza. Aquí en la capital aragonesa, se escondió en casa de su primo Julio
Sancho, calle San Ildenfonso num. 23, 2º piso, casi frente a la iglesia del
Salvador.
El 1º de enero de 1894 fue capturado,
encontrándose en la cama, y al notar que le buscaban se incorporó gritando: "soy
anarquista, mueran los burgueses, viva la anarquía", y después
se disparó en el costado derecho, cerca de la cadera con una pistola de 15
centímetros. Continuó gritando contra los burgueses, verdugos de la
humanidad, y sacó de debajo de la almohada un frasco de un líquido incoloro,
que trató de bebérselo en el acto, impidiéndoselo los guardias.
En las oficinas de la policía Santiago
Salvador conoció al inspector Sr, Magallón, que era de su pueblo, y a las
preguntas de éste, confesó que era anarquista, que el había tirado la bomba
en el Liceo.
Su aspecto físico era bastante alto,
delgado, demacrado y de aspecto repugnante. Vestía en el momento de la
detención pantalón de pana, blusa azul y gorra, cuyas prendas quedaron en la
oficina de la policía.
Llevado al Hospital, vióse que la herida
era de once centímetros de profundidad en la cavidad abdominal, de pronostico
muy grave. Se le ocupó una cartuchera, un cuchillo grande, la pistola con la
que se disparó y el frasco de veneno que trató de tomar cuando le
sorprendieron.
Unos días después le vino a visitar
desde Barcelona su esposa Antonia Colom, alta, bastante metida en carnes,
morena de ojos grandes y expresivos. Su fisonomía era simpática y agradable.
Vestía saya color café y delantal azul. Una gran toquilla ceñía su cuerpo, y
completaba la toilettte un pañuelo de seda blanco a la cabeza, y un mantón
color café con leche, puesto en forma de chal sobre los hombros. Envuelta en
una toquilla, llevaba en los brazos una robustísima niña de 14 meses, de
extraordinario desarrollo.
La entrevista fue tristísima. El anarquista
se afectó visiblemente, cubriéndose con la toca de enfermo los ojos, para
ocultar el llanto. Por la emoción le subió la fiebre hasta los 40 grados.
Para acabar de dar una semblanza de
Santiago Salvador(2), sabemos que, en el momento de la detención no quiso
disparar sobre los policías, argumentando que ellos no tenían ninguna culpa:
además señaló que no quiso matarse, porque así podría salvar a muchos presos
de Barcelona.
Al hablar con un sacerdote de su pueblo,
dijo que todas las grandes causas han nacido entre sangre, que el anarquismo
lo era y que si Jesucristo hubiera existido hubiera sido anarquista. Ante la
solicitud de un paisano para que se confesase, respondió así:
"si dividieran mi cuerpo en
pedazos y a mi cabeza dijéranle te vas a confesar, aunque este brazo
(señalando el izquierdo) hallárase a un kilómetro se sublevaría."
Por último le preguntó el Sr. Magallón
si no recordaba con pena las víctimas causadas por la explosión. Respondió
textualmente:
"Sí a los seis u ocho días del
suceso tuve un rato malo. El remordimiento me atormentaba, atrayéndome a cada
instante a la memoria las víctimas despezadas... Pero yo hice callar a la
conciencia diciendo ¡he cumplido mi deber!"
La vida de Santiago Salvador estuvo
llena de todo tipo de circunstancias novelescas, ya que durante su estancia
en la cárcel, y tras entrevistarse con el padre Goberna, abjuró de sus
principios anarquistas, volviendo al regazo de la religión católica, leyendo
a escritores cristianos como Balmes y llegó a verse protegido por grupos
católicos integristas de la ciudad condal, que comprobaron su celda llena de
estampas, devocionarios y crucifijos.
En definitiva una vida azarosa y
novelesca, y que podría servir de base para un buen guión cinematográfico.
Puede servir de ejemplo, de ese numerosísimo grupo de hombres que fueron
arrancados del campo aragonés, por la crisis agrícola finisecular
decimonónica, y llegados a una gran ciudad muy politizada, se vieron
atrapados por las doctrinas anarquistas, tan en boga en aquellos momentos en
Barcelona.
NOTAS:
1.
Diario de Avisos de Zaragoza, 2, 3 , 5 y 13 de enero
de 1894.
2.
Diario de Avisos de Zaragoza, 8 de enero de 1894.
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Solamente los anarquistas, sabrán que somos anarquistas y les aconsejaremos que no se llamen así para no asustar a los imbéciles
Santiago Salvador
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