El héroe que inquietó a Queipo de LLano e inspiró a Pedro Garfias
Juan José Bernete Aguayo nació en un chozo, buscó la libertad propia entre los tamujares de La Campiña, murió por defender la de todos y fue enterrado con honores de comandante
EN la aldea de Silillos aflora entre la cal de sus calles en siesta una placa de tonos azules y un nombre: el Bramadero. Indica el camino hacia una finca antaño salpicada de chozos como el resto de aquella población en 1912. En ese año de hambre y miseria nació un 23 de noviembre Juan José Bernete Aguayo, Capitán Chimeno, cuya historia perdura en la memoria de los colonos y en la obra de su sobrina, María José Bernete Navarro, biógrafa y autora del magnífico documental Capitán Chimeno, Héroe del Sur, la recomposición de su vida desde quienes le conocieron y lo reseñan en la memoria de la Asociación de Mayores El Tamujar.
Hijo del jornalero Antonio y de Dolores, creció junto a sus hermanos Ramón, Manuel, Antonio, Francisco y Juan Ángel echando mano desde los primeros años a las peonás que reportaban el sustento diario. Con 14 años perdió a su madre y, poco después, a los dos hermanos chicos. No fue a la escuela, pero supo alimentarse de los escasos periódicos que caían en sus manos, según el testimonio de su primo Manuel Bernete porque "esa gente es toa mú lista".
Tirador y jinete excepcional, se "echó al monte" con apenas 21 años, hasta que una batida de la Guardia Civil lo conduce a un reformatorio de Alcalá de Henares. Allí estuvo 3 años y coincidió con otros anarquistas, descubre su esencia ideológica, aprende a leer y a escribir y crea un himno para su gente: "Obreros que estáis trabajando en el Bramadero como un animal…".
Con las elecciones del 36 y el triunfo del Frente Popular salió amnistiado y se dedicó a propugnar la unidad obrera, la "poesía para el pueblo", la literatura adoctrinante, de trincheras… Y vino contando a la aldea que hubo un padre, cinco hijos y un dragón; que este último pidió engullir al primero para salvar al resto, y luego devoró al segundo, al tercero y al cuarto, hasta que concluyó: "Si hubiéramos arremetido todos contra él, nos hubiéramos salvado".
El 18 de julio de 1936 -tal día como hoy- le sorprendió echando peonás de segador en Marinaleda. Al enterarse del golpe de Estado, corrió primero a Écija y luego a su pueblo, que como tantas aldeas aisladas, estaba ajeno a lo que sucedía. Pronto llegó a reunir a unos 60 hombres y con ellos defendió la República en sitios como Almodóvar o Guadalcázar. Convertido ya en presidente del Comité de Guerra protagoniza la toma del cuartel de Fuente Palmera en la noche del 23 al 24 de julio del 36 tras tomar una clara determinación: "Si a las 12 de la noche no está abierto, se toma el cuartel". Con rústicas bombas de mano lo lograron. Chimeno fue el primero en entrar. El brigada José Cintas se postró pidiendo clemencia y Juan José le respondió: "Levántese, que un hombre no tiene que arrodillarse ante otro hombre". Esta versión enlaza con la de Francisco Moreno al decir que resultó herido el hijo del mando, Antonio, al que trasladaron a Palma del Río, junto a cuatro números. Pero las noticias de la masacre franquista en algunos pueblos limítrofes y el bombardeo sobre la población palmeña a mediados de agosto, los convirtió en víctimas de la represalia republicana. Sólo se salvaron un sacerdote, muy querido -dice Díaz Balmón, el hijo del último alcalde republicano de Fuente Palmera- "porque hay curas de nacimiento y de estudios; con los primeros no se metió nadie". El brigada asesinó luego al religioso argumentando que, cuando los rojos no lo habían hecho, debía ser de ellos. Fue también el enemigo más acérrimo de Chimeno y acabó muerto a manos de un legionario, hermano de una joven a la que había fusilado junto a sus padres.
Juan Guisado, que se unió a él con 19 años, asegura que "él no mataba a nadie"; aunque era tan buen tirador que llegó a esculpir con disparos en el puente de hierro de Villafranca: "Quien quiera tomar café que venga (¿?) que aquí lo espera Chimeno con dos pistolas en mano". Abatió a un toro suelto en la sierra de un solo tiro y repartió la carne entre la hilera de caminantes que huían hacia ningún lugar concreto. Era tiempo de huídas por entre pueblos fantasmas. De Posadas a Villaviciosa, Cardeña, Fuencaliente, Villanueva de Córdoba o Montoro. Eran los meses finales de 1936. Chimeno, el anarquista, aparece incorporado al Batallón Garcés, comunista, y tiene el grado de capitán en la segunda compañía, encuadrado en la 73 Brigada Mixta. "Yo te he visto, Capitán,/ en el frente cordobés;/ Capitán del Batallón de Garcés./Valiente, serio, callado, / gran soldado sobre tu caballo alzado…", diría Garfias.
En Villafranca encontró a Dolores Ortiz, su Lolilla. Tenía 16 años y él 24. Se casaron el 15 ó 16 de enero del 37 en Villanueva. Ocho meses más tarde alguien le retó en el frente del Terrible a romper una alambrada del cerro de Mulva, junto a un nido de ametralladoras. El tanque que debía cubrirlo se apartó. Su comisario y un camillero cayeron también al intentar rescatarlo, y toda la Compañía recuperó el cuerpo a quien Queipo había puesto precio.
Nadie dudó de la traición.
El 19 de septiembre de 1937, sacaron de su bolsillo un gorrito rosa para la hija que esperaba. Alrededor de las 11 de la noche, un entierro multitudinario despidió en Villanueva al ya comandante. A finales de los años 40 los restos de aquel hombre de "de azul acero templado,/ tan inocente/bajo la paz de la frente" fueron sacados de su tumba y arrojados a una fosa común.
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