López Arango


A propósito de Emilio López Arango:





Decía Emilio López Arango, en el suplemento semanal de La Protesta 1925 que: “Para crear un movimiento sindical concordante con nuestras ideas -el movimiento obrero anarquista- , no es necesario “embutir” en el cerebro de los obreros ideas que no conciben o contra las que guardan rutinarias prevenciones. La cuestión es otra. Nosotros, en oposición al concepto marxista de que la clase obrera, en razón de sus intereses económicos, forma en sí misma una entidad social homogéneo, sostenemos que el proletariado es, como fuerza revolucionaria, lo que ideológicamente representa y lo que moralmente vale”Y continúa López Arango: “El movimiento social contemporáneo, pese al factor económico, se inspira en principios ideológicos y es, por lo que realiza y por lo que esboza teóricamente, la viva representación de los antagonismos que diariamente se suscitan en el campo de las ideas”.

Este pensamiento instaló un profundo debate en el movimiento social de la época en la Argentina. La agudeza con qué Arango lo planteó fue producto de un largo e intenso análisis que arrancó desde las bases mismas de la clase trabajadora, las costumbres y sus hábitos fueron lo que determinaron el concepto. Era un verdadero proceso de diferenciación que le dio un carácter específico en el marco de una intensa lucha ideológica. Los marxistas sostenían que ése pensamiento contribuía a dividir al movimiento obrero aún más de lo que estaba, sin darse cuenta o no queriendo asumir la realidad cotidiana que en ésa división estaba la fuerza vital revolucionaria, de que en esa concepción correspondía una metodología organizativa apoyada en medios y fines coherentes con las concepciones finalistas en la lucha de clase, y que tomaba distancia de la idea de ser una fuerza disciplinada y sometidas a las voces de los jefes de las organizaciones políticas. Los libertarios que activaban en el campo obrero estaban decididos a “crear un instrumento de acción que les permitiera ser una fuerza actuante y beligerante en las luchas por la conquista del futuro”, como sostenía López Arango con gran claridad.
Nosotros hoy, en estos nuevos tiempos, estamos convencidos que el gremialismo tendrá trascendencia y será una herramienta útil a la clase trabajadora, en la medida que se asuma como movimiento transformador de la sociedad de explotadores y explotados, e instale la conciencia colectiva de la responsabilidad de una nueva tarea histórica que se inspire en las ideas anarquistas y en las formas de organización que históricamente le diera nacimiento. Los trabajadores somos una clase económica bien determinada, porque establecemos una relación directa con la producción de bienes de uso y de cambio, pero a la vez somos heterogéneos en individualidades, en hábitos y costumbres y mucho más como individuos pensantes, con ideas y aspiraciones divergentes.
Si nuestro gremialismo es capaz de comprender la variedad de diversidades y contradicciones que conviven en el seno del movimiento obrero y asume con realismo en la cotidianeidad su proceso de lucha económica, comenzará a ser un instrumento emancipador de la minoría consciente dentro de la clase trabajadora. Como sostenía habitualmente López Arango: que para nosotros los anarquistas, la organización de los trabajadores “es una necesidad resultantes de sus condiciones económicas”. Pero esta sola condición no es suficiente para interpretar la cuestión social ni darle una solución de raíz y lógica. Esta situación específica que se da constantemente en el movimiento obrero establece con claridad que no se puede prescindir de las orientaciones ideológicas en los gremios porque son las ideas las que llenan a las organizaciones obreras de proyectos de emancipación que sepa sustituir en un momento dado de sus luchas el proyecto capitalista y su dictadura económica.
Sería un error no llevar las ideas anarquistas al seno del movimiento obrero, porque cuando muchos anarquistas renunciaban a esa tarea del momento, a la propaganda ideológica en los sindicatos y deponían esa iniciativa en función de una supuesta unidad de la clase, los políticos marxistas aprovechaban el terreno dejado de lado intencionalmente por muchos compañeros y proclamaban ellos sus ideas en la conciencia del proletariado. Los sindicatos no pueden ser organizaciones pasivas frente al capitalismo, o ir a la cola de los acontecimientos que el sistema de explotación produce, como tampoco ser sólo agentes económicos, sólo productores de valores por la transformación de la materia prima y quedar atrapado en la lógica del mercado de la oferta y la demanda sobre las fuerzas productivas.
Nosotros debemos tener una presencia y una influencia en las ideas organizativas, en los métodos acorde con los medios y los fines, para proclamar los principios libertarios de la horizontalidad en la organización, sin dirigentes ni dirigidos, donde sea el conjunto de los trabajadores o el colectivo en su totalidad el que asuma la concepción de un gremialismo inspirado en los preceptos anarquistas. Para llegar a ése gremialismo será necesario luchar contra los prejuicios de una cierta “unidad de los trabajadores” que en el terreno de los hechos no es tal y que sólo sirve esa supuesta “unidad” a las aspiraciones de ciertos dirigentes que más temprano que tarde se transforman en funcionarios profesionales de un gremialismo al servicio del sistema. La acción gremial es un medio que tenemos los trabajadores, es un instrumento que nos permite estar siempre atentos en la cuestión económica y en esa lucha nunca deben sacrificarse los principios libertarios a los medios o como mejor lo dijo Arango, “la concepción revolucionaria al instrumento que empleamos para ejercitar al proletariado” en la lucha contra la tiranía capitalista.
Desarrollar en el movimiento obrero un intenso y constante activismo partiendo desde nuestros puntos de vistas anti-jerárquicos y anti-dogmáticos, que abarque la cuestión económica, con la idea de que los trabajadores se organicen en defensa de sus intereses y que esa lucha hacia la conquista económica sea conscientemente desarrollada como un ejercicio educativo, que enseñe a cada trabajador la necesidad de la organización de base y la importancia del debate de opiniones y criterios diferentes en la cuestión económica y laboral, porque solamente desde esas experiencias adquiriremos la confianza en nuestras propias fuerzas y en la del colectivo. Los acuerdos de criterio y organización establecidos desde las asambleas nos darán la fortaleza para encarar y desarrollar las luchas con sólida confianza y lograr las reivindicaciones anheladas.
Nada enseña más y mejor que la práctica sobre el terreno de los hechos, es decir, desde el taller y la fábrica, y nada es más convincente que comprobar por nuestros propios medios, cuando los intereses son comunes y nuestras voluntades individuales están organizadas, cómo se eleva la conciencia en las luchas y cómo comprendemos mejor la importancia del activismo en cada acción emprendida. Es una cuestión eminentemente ideológica nuestra concepción sobre la organización en el mundo del trabajo, porque no parte sólo de una necesidad económica común a todos los trabajadores, sino sobre razones que van más allá de lo específicamente económico, cuestiones de afinidad en la metodología empleada para encarar la organización de base, teniendo siempre en cuenta los hábitos y costumbres sobre la práctica de la libertad de conciencia en el debate y la igualdad en las responsabilidades de la acción gremial. Nuestros compañeros precursores-fundadores de la Federación Obrera Regional Argentina supieron encarar dicha problemática con sabiduría, las cuales quedaron registradas en todos los congresos de la F.O.R.A.
Por eso, cuando Emilio López Arango manifiesta que “no es posible ganar a los trabajadores para las ideas anarquistas si se emplea el método de la neutralidad ideológica y de la no beligerancia en las luchas internas del movimiento obrero”, está tomando una posición ideológica militante en coincidencia con lo que viene desde el fondo de la historia. Estas enseñanzas están colmadas de acciones y de gestas que hoy continúan manteniendo vigencia. Es verdad, en el movimiento obrero se reflejan todas las tendencias políticas, religiosas y filosóficas, fue ayer como es hoy, como de la misma manera los trabajadores buscan en los gremios la defensa de sus intereses comunes pero a su vez interponen intereses particulares que motivan una interpretación individual de sus luchas.
“El campo social es un campo de batalla, se pelea con razones y con puños”, dice Arango, y es así, pues entonces las ideas libertarias serán proclamadas por la propaganda y la agitación y el ejemplo que cada uno de los activistas sepa transmitir al conjunto de los trabajadores. Nosotros no creemos en el clasismo como método de lucha contra la burguesía explotadora, porque luchamos para establecer una sociedad sin clases, inclusive a la clase trabajadora, que emergerá en esa nueva sociedad como productores libres. Esa es nuestra coherencia cuando hablamos y proclamamos el equilibrio entre los medios y fines, base de sustentación de todos los activistas anarquistas que desarrollamos nuestras vidas en el movimiento obrero.
Campi, 14 de octubre de 2011.
Activista-militante de la Sociedad de Resistencia de Oficios Varios
Zona Norte del Gran Buenos Aires
Adherida a la Federación Obrera Regional Argentina.
F.O.R.A. – A.I.T.

1 comentario:

  1. ¿Qué significa eso de los gremios? Yo veo en su significado una especie de pequeños propietarios, que asociados y bien organizados estarían en condiciones de luchar con éxito por sus intereses privados, pero jamás defenderían los intereses de los asalariados, ya que muchos de esos gremialistas explotaban en sus talleres a los indefensos aprendices, tanto o más que a los oficiales de salario. Su sindicación no tenía otro fin que la defensa de sus pequeñas haciendas; pero, para conseguir fuerza ante el poder del Estado, necesitaban atraerse a la clase trabajadora, a la que mentalizaban con cantos de sirena emancipadores y hacerla partícipe de la lucha y que se enfrentara, sin nada, absolutamente nada que ganar, a las fuerzas represivas del Estado. Es decir, tomar a la clase obrera como instrumento gratuito de intereses ajenos a los suyos. Siempre ha sido así: el pequeño propietario se disfraza de populista para hacerla ver que su lucha es la misma, lanzándola a la cárcel o a la muerte, o a la peor miseria, al ser despedidos de sus trabajos los más decididos y fanatizados de los luchadores, creyendo en los agitadores pagados por sus enemigos reales, aunque con el disfraz para ocultar sus verdaderos designios. El gran capitalismo salió de esos ínfimos burgueses, llegando a ser más explotadores de la clase que decían defender que los aristócratas. Unos y otros siempre fueron enemigos despiadados de los creadores de la riqueza privada y pública, como fueron --y son-- los jornaleros de todos los oficios, incluyendo a los peones, que eran --y siguen siendo-- los peor pagados y en condiciones más pésimas.
    Por eso hay que reparar cuando se pronuncia la palabra "gremios"; que con este término se trata de confundir a la ingenua "clase" social más despreciada por los burgueses de todos los niveles: de abajo arriba.
    no es más humano el que es dueño de un taller que el que tiene una cantidad de ellos. Aquél aspira a tener más, y no para dárselo al pobre obrero, sino para explotarlo mejor; y ése que posee tantos aspira también a incrementar su gran patrimonio, a costa, igualmente, del que produce con sus manos los bienes que otros disfrutan a sus espaldas, sean grandes o pequeños hacendados. En épocas pasadas a los propietarios de reducidos bienes se les llamaba artesanos, y de aquí salió el gremialismo, fatal esperanza para la auténtica liberación del mundo del trabajo.

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